PENA DE MUERTE A SECUESTRADORES Y HOMICIDAS
En 2008 el entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, propuso aplicar la pena muerte a secuestradores que asesinen a sus víctimas. Fue fuertemente criticada y rechazada por varios sectores de la población. El PVEM en 2009 lanzó una fuerte campaña, creo que más como estrategia de marketing político, a favor de ese castigo.
¿Por qué aplicar la pena de muerte?
Muchas personas consideran que una medida para la seguridad nacional es la aplicación de la pena capital. Sus argumentos son, principalmente:
- ¡Son violadores, asesinos u homicidas!, merecen morir.
- En la cárcel, cada reo nos cuesta miles de pesos que nosotros tenemos que pagar.
- Un centro de rehabilitación social funciona sólo como entrenamiento para que se conviertan en peores criminales.
- Es una solución a la sobre-población penitenciaria. Como ya no caben, ¡mejor los matamos!
- La pena de muerte asustaría a los delincuentes y los amedrentaría de cometer algún delito similar.
- Al eliminarlos, no corremos el riesgo de que se nos fuguen – al estilo Chapo Guzmán.
Muchas personas tienen la errónea idea de que en nuestra constitución si está aprobada la pena de muerte – en el artículo 22- y que dicta que a un traidor a la patria, parricida, incendiario, plagiario (secuestrador), y los reos de delitos graves del orden militar se les puede castigar con la vida. Aquí la última versión de la constitución, y el texto íntegro del artículo 22 es el siguiente:
Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales.
Considero que es muy semejante a la Ley del Talión: castigar un delito con una pena idéntica al delito que se cometió; ojo por ojo, diente por diente. No estoy seguro de que resuelva alguno de los problemas de seguridad nacional, y creo que tiene además varias interpretaciones.
NUESTRO SISTEMA DE JUSTICIA
¿Confiamos lo suficiente en el sistema de justicia mexicano como para que en las manos de algún juez esté la decisión de si una persona “culpable” debe de vivir o morir? ¿Qué delitos que son penables con la muerte? ¿Homicidio doloso y violación? y qué hay de un robo a mano armada? ¿el culpable de algún robo famélico? ¿Qué tal pasarte un semáforo? ¿cuáles son los delitos que sí se penan así, y cuál es el límite de la pena?
NUESTRO SISTEMA LEGISLATIVO
De toda la gama de posibles delitos que puede cometer una persona, y si los pudiéramos jerarquizar en más o menos “fuertes” o condenables entonces estaríamos fijando un umbral sobre el cual ya es aplicable la pena de muerte, es decir, todos los delitos que sean tan relevantes como un homicidio serán castigados con la vida. ¿Cómo y quién determina el umbral?
NUESTRO SISTEMA MORAL
La principal religión en México es la católica. 10 mandamientos rigen los principios morales de cerca de 87% de los mexicanos: honrar a Dios, no robar, no codiciar, y el quinto mandamiento: no matarás. No importa qué, no importa cómo, y no importa a quién: NO. Imponer un castigo como la pena de muerte en un país primordialmente católico es atentar contra la moralidad de más de 80% del país.
NUESTRO SISTEMA ECONÓMICO
En México, la población penitenciara es de más de 230 mil personas. De ellas, menos de 1% son responsables de haber cometido algún secuestro o un homicidio; suponiendo que se aplica la pena de muerte a todos y cada uno de los responsables, el problema de hacinamiento en las cárceles, así como el costo en el que se incurre por mantener al sistema penitenciario prácticamente no cambiaría.
¿Condenamos al asesino, al violador, al secuestrador, pero queremos que nuestro gobierno se convierta en uno de ellos?
Y DE PILÓN
Frecuentemente se logra abatir -derribar o tumbar- al líder de algún cártel mexicano. El pasado 7 de octubre fue abatido -casi 100% seguro, según las declaraciones- Heriberto Lazcano, “El Lazca” en la ciudad de Progreso, Coahuila.
Lo festejo, claro: logró nuestro sistema derrotar a algún criminal. ¿Festejar que murió? ¡Jamás, es un homicidio!
¿En qué sociedad me tocó vivir que festejamos cuando alguien es asesinado?