El año de la intolerancia

¡Qué año! Por fin se termina 2016. Si tuviera que ponerle una etiqueta a este año que termina es el de la intolerancia. Y no lo digo sólo por el triunfo de Trump o el Brexit sino por todos los pequeños o grandes sucesos que se vivieron en México en el año y que, casi cada vez que abrí mis redes sociales, me tocó leer la postura de alguno de mis contactos.

Durante 2016 algunos temas dominaron mis redes sociales. Primero, el reglamento de tránsito de la Ciudad de México, los límites de velocidad y las fotomultas. Las redes sociales se hicieron rápidamente el espacio para opinar y debatir sobre si los límites funcionaban o no, o personas muy “inteligentes” que compartían la ubicación de los radares, pensando que al compartir métodos para infringir la ley, lograban un mejor entorno. El tema rápidamente se polarizó, pues a diario salían nuevas entradas en Facebook o Twitter mostrando lo absurda que era una y otra postura. Nadie cede en su ideología sino que al contrario, cuando encuentran información que les confirma lo que creen, lo toman como verdad absoluta (a veces con un “lo dijo alguien de la UNAM“), mientras que al encontrar información contraria, asumen que es falsa o que aplica sólo en algunos casos, no en el suyo. “Esto no es Londres, es la Ciudad de México” me llevé como respuesta varias veces durante el año. Peatonistas contra cochistas polarizados cada vez más en su discurso. “Cómo me gustaría atropellar a todos los ciclistas” le escuché decir a alguien, simplemente porque su preciosa avenida tiene ahora un carril confinado. “Ojalá mueran todos los conductores en un gran accidente vial” le escuché decir a alguien más, cuando las contingencias ahogaban a la ciudad.

Un tema similar al de los límites de velocidad es el de la portación de armas. Durante 2016 se planteó el derecho a portar armas y con ello, otra polarización en las redes sociales. Los que están a favor, contra los que estamos en contra. Argumentos y estadísticas de ambos lados, que muchas veces, más que fortalecer los puntos y ampliar el debate, se torna simplemente en una batalla de posts. Incluso me enteré, gracias a las redes sociales, que algunos de mis conocidos apoyan la pena de muerte, en especial si se trata de “políticos corruptos” y no tienen reparo en escribir un “¡que muera Peña!” aunque el domingo tengan que, a golpecitos de pecho, pedir perdón por sus pensamientos, palabras, obras y omisiones – le estás deseando la muerte a una persona!

833Que si Fidel Castro fue el héroe revolucionario que se enfrentó a Estados Unidos o el cobarde millonario que enfermó de poder. Que si eres feminista o que si eres igualista (?) o de plano machista. Que si los XV de Rubí son una pena nacional por el despilfarro de dinero y por la banalidad del tema o si son una muestra de la alegría con la que vivimos los mexicanos. Que si lamentarse por los atentados en Bruselas, Berlín o en París y cambiar, temporalmente, tu foto de perfil muestra tu sensibilidad por los acontecimientos del mundo o tu desviada jerarquía de prioridades, al no lamentarte primero por los ataques que sufren todos los demás países, incluidos por ejemplo Ayotzinapa o un #TodosSomosTultepec. Que si invitar a Trump fue un cálculo acertado de la incertidumbre que representaban las elecciones en Estados Unidos o el más desastroso y bajo punto en la diplomacia mexicana. De todo me enteré en redes sociales, frecuentemente mediante comentarios escritos desde una perspectiva antagonista, revanchista y casi siempre ridiculizando a quien piensa diferente. En redes sociales, o piensas como yo y te llevas mis “likes” o piensas diferente y eres poco más que un imbécil, un pueblerino o un moderno. Son las redes sociales las que nos polarizan de esta manera tan violenta. Emitir una opinión se volvió tan fácil como darle “share” a una entrada, es decir, la persona que opina ya no tiene que construir un argumento y transmitirlo a sus lectores sino que opinar es cuestión de oprimir un botón. La opinionitis de las redes.

Posiblemente el tema del año en mis redes se lo lleva el matrimonio igualitario y el derecho de adopción por parejas del mismo sexo. De alguna u otra manera, gracias a las redes sociales, tengo una vaga idea sobre la postura en este tema de mis contactos en Facebook y Twitter. Creo que en particular este tema es tan profundo e ideológico, mucho más que las multas o las armas, que se presta mucho más a la polarización y no al debate.

La intolerancia y la polarización en ambos bandos. Por un lado, me tocó leer a varios conocidos que “borrarían de su Facebook a todo aquél que fue a la marcha por la familia” pues vivir en una pequeña burbujita en la que todos piensan igual, no sólo es más cómodo, sino que además nos confirma lo correcto de nuestra postura. La capacidad de dialogar y argumentar con alguien que piensa diferente, pero más importante, de aceptar que no se tienen que convencer mutuamente, es una cualidad prácticamente nula en las redes sociales. Al encerrarte en tu burbujita de los que piensan igual que tú, encierras también al otro en su burbuja de los que piensan como él, lo que lo lleva a pensar que “todo México estuvo en la marcha por la familia“. Le arrebatas la oportunidad de siquiera darse cuenta que en su vida hay personas que piensan diferente.

834Los posts se hicieron cada vez más agresivos y violentos. De ambos lados, desinformación y antagonismo. Recuerdo que uno de mis conocidos compartió una entrada en la que se hablaba de una persona homosexual y decía que “el Marqués de Sade, a su lado, es una piadosa enfermera“. Lo leí una y otra vez, con mucho detenimiento… y decidí dialogar con mi contacto. No lo convencí, mi conocido no apoya el matrimonio homosexual pero sí borró su entrada en Facebook. Le hice ver que estar en contra del matrimonio igualitario no significa que le tiene que poner una etiqueta de “depravado y violador” a cada homosexual y que el tiroteo en Orlando en un bar gay no “se lo estaban buscando por estar ahí“.

¿De verdad crees que un huérfano está mejor en un orfanato mexicano, con poca probabilidad de ser adoptado y una gran posibilidad de ser corrido de su hogar a los 18 por falta de espacio, que en una casa con dos mamás o dos papás? le pregunté a mi contacto. “No lo sé” me contestó humildemente, después de unos minutos de reflexión. Pude ver en su respuesta que, al menos, sí se lo cuestionó; al menos, eso que daba por hecho unos minutos antes, se convirtió en duda. El diálogo sí funciona, la polarización y la rivalidad, no. Y aunque mi contacto publicó sus fotos en la marcha por la familia, estoy seguro de que hay, al menos, una pequeña duda en su forma de pensar.

835Posiblemente en muchas familias, como pasó con la mía, este tema causó ciertas fricciones, pues en un grupo de muchas personas -tíos, primos, la cuñada, la abuela…- difícilmente todos están de acuerdo, particularmente si el rango de edades es tan grande. Todos estamos seguros de que nuestra manera de pensar es la correcta y además tenemos la ingenua idea de que podemos (y a veces debemos) convencer al otro. Estamos dispuestos a insultar en redes sociales, utilizando el término de “ellos” o “los demás” pero cuando descubrimos que esos ‘ellos’ están en nuestra familia y que los múltiples insultos que hemos escrito en redes sociales están dirigidos a la tía conservadora o al sobrino liberal, se vuelve un tema mucho más íntimo y doloroso. Estoy seguro de que la mayoría de las personas no usarían las mismas frases que escriben desde la comodidad de un post en Facebook que al ver, cara a cara, a su familiar que piensa diferente.

Vendrá un año aún más complejo -elecciones y demás- y en lugar de ridiculizar, minimizar o de plano ignorar a los que piensan diferente (intolerancia a fin de cuentas) lo que México requiere es diálogo y entendimiento, o al menos, tolerancia. Si aceptamos las redes sociales como un medio para compartir las noticias y opiniones que nos parecen relevantes, aceptemos también las ideas de los demás.

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